miércoles, 13 de abril de 2011

HABLANDO ELEGANTE... HABLANDO ELOCUENTEMENTE

Es la capacidad de expresarse en público de forma fluida, elegante y persuasiva. Es una manera de expresar emociones de tal forma que produce convicción o persuasión en el oyente, mediante la lengua hablada o escrita, de una forma llamativa y apropiada.

La elocuencia nació antes que las reglas de la retórica, así como las lenguas se formaron antes que la gramática. La Naturaleza da elocuencia al hombre cuando le agitan grandes pasiones o le impulsa un gran interés; el que está vivamente conmovido ve las cosas bajo otro punto de vista que los demás hombres: usa rápidas comparaciones y felices metáforas, sin darse cuenta de ello, animando su discurso y comunicando a los que le oyen parte de su entusiasmo. 

Esa misma Naturaleza es la que inspira algunas veces improvisaciones vivas y animadas. La Naturaleza, pues, es la que da la elocuencia, y si se dice que los poetas nacen y los oradores se hacen, se dice esto sólo cuando la elocuencia se ve obligada a estudiar las leyes, el carácter de los jueces y el método de la época; la Naturaleza sólo es elocuente a saltos.

Distinguió tres géneros en la elocuencia: deliberativo, demostrativo y judicial. El primero es el que trata de convencer a los que están deliberando para que se decidan por la guerra o por la paz, sobre la administración pública, etc.; el segundo, o sea el demostrativo, es el que se ocupa en demostrar lo que es digno de alabanza o de vituperio; el tercero, o sea el judicial, trata de persuadir, de absolver o de condenar. Fácil es comprender que esos tres géneros no siempre están separados unos de otros. Trata luego de las pasiones y de las costumbres, que todos los oradores deben conocer. Examina las pruebas que deben emplearse en cada uno de los tres géneros de elocuencia y termina estudiando a fondo la alocución, sin la que el discurso languidece; recomienda el uso de metáforas, con la condición de que sean propias y nobles, exigiendo sobre todo el lenguaje conveniente y decoroso. Todos sus preceptos respiran la justicia ilustrada del filósofo y la civilización del ateniense, y al dictar reglas de elocuencia, es también elocuente por su sencillez.

La verdadera elocuencia comenzó a conocerse en Roma en los tiempos de los Gracos, y no se perfeccionó hasta la época de Cicerón. Marco Antonio, Hortensio, Curcio, César y otros muchos fueron muy elocuentes. Su elocuencia pereció con la República, lo mismo que la de Atenas. Dícese que la elocuencia sublime sólo se desarrolla con la libertad, y es porque consiste en decir verdades atrevidas, en hacer gala de las razones y de las pinturas fuertes. Casi nunca el señor desea que le digan la verdad; tiene miedo a las razones, y prefiere elogios rastreros a rasgos elocuentes.



INVESTIGADORA CRIMINAL MILENA TORRES - a1

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